Durante una etapa importante de mi vida el hecho de cuidarme ha ido más allá de ser una mera elección mía; era también una obligación. En la alta competición, tu dieta, las horas que duermes… están controladas y son imprescindibles para rendir al máximo en los entrenamientos y los partidos. No puedes permitirte no seguir las reglas de tus entrenadores porque tu cuerpo no responde igual: es así de sencillo.
Ahora bien: en estos momentos, en que nadie me impone qué debo comer, cuánto tiempo de ejercicio diario necesito ni tampoco cuántas horas debo descansar, soy yo la que decide qué es lo que me sienta mejor. Qué significa cuidarme.
Así que lo hago, pero tampoco con demasiada rigidez, sin tomármelo como un sacrificio. Tengo claro, por ejemplo que el desayuno es sagrado, y nunca salgo de casa sin dedicarle unos minutos. También sé que el tenis me sienta bien (tanto física como anímicamente) y por eso lo sigo practicando varias veces por semana. Y si por lo que sea no lo hago, intento ir andando a todos los sitios que puedo, y aprovecho esas caminatas para pensar y planificar mis cosas. Son momentos de paz que, como madre de trillizos, raramente puedo permitirme.
En el resto de comidas no soy muy estricta. Intento comer de todo pero sin pasarme, y tampoco me las salto casi nunca. Me gustan los productos frescos y las cenas ligeras, pero tampoco me preocupo si una noche salgo fuera y como un poco más. Al final, creo que el secreto es la mesura.
Luego están los trucos de cada una. Hablamos de hidratación para la piel, de usar protector solar a diario… También me ayudan los complementos alimenticios que me aportan un extra de energía y hacen que me vea mejor.
Y dormir, claro. Descansar es importantísimo, tanto para el cuerpo como para la mente. Si duermes las horas que tocan ya tienes mucho ganado.
Así que esta es básicamente ‘mi receta’ para cuidarme. Como veréis, no tiene mucho secreto. ¿Cuál es la vuestra? Lo hablamos en los comentarios.