Lunes por la mañana, mientras te tomas una taza de café revisas mentalmente todas las cosas que “tienes que hacer” durante la semana: ir al gimnasio, quedar con tu amiga Marta, acompañar a tu madre al dermatólogo, hacer la compra, hablar con tu jefe sobre el día que quieres cogerte libre para irte de puente, revisar los gastos de este mes, apuntarte al curso de inglés, etc.
Al mismo tiempo que masticas tu croissant, intentas masticar tus tareas, “a ver si esta vez consigo hacerlo todo”.
Pero una vez más el “mejor lo hago mañana, o la semana que viene” invade tu mente y provoca que dejes en stand by tareas o cosas que sientes que no son cómodas o fáciles de realizar. ¡Bienvenida a la procrastinación!
La procrastinación, o el arte de dejar para mañana, es una actitud que a priori nos ayuda a no enfrentarnos a una temida tarea a realizar, pero que a medio plazo nos produce insatisfacción por no haberla llevado a cabo.
Este asunto sin resolver suelen ser tareas o acciones que percibimos como molestas, con las que no estamos de acuerdo, dificultosas, e incluso a veces, imposibles de realizar de manera satisfactoria.
Partimos desde una expectativa negativa de nuestra capacidad, del proceso en sí o de los resultados obtenidos: “esto me va a costar mucho”, “no soy capaz de realizarlo correctamente” o “las consecuencias pueden ser negativas para mí”. Ante esto, nuestra cabeza comienza a trabajar a mil por hora, buscando excusas que nos ayuden a justificar el no realizar dichas acciones, como por ejemplo “no tengo tiempo”. Además para tener razón en este pensamiento, solemos llenar nuestro tiempo de otras cosas o tareas más fáciles para nosotros pero mucho menos importantes.
¿Qué puedes hacer para combatir la procrastinación? Aquí tienes algunos consejos que espero te sirvan de ayuda:
- Acepta que existen tareas o acciones que son difíciles para ti. Esto no significa que seas inferior o incapaz, sólo quiere decir que hay tareas para las que vas a necesitar una especial atención o aprender recursos.
- Reflexiona sobre cuál es la molestia o la dificultad por la que decides postergar dicha tarea. Puede ser que pienses que no sabes hacerlo, o que al realizar esa acción vas a tener que enfrentarte a unos resultados que temes.
- Analiza si la tarea en cuestión te resulta costosa porque se trata de algo complejo que implica varias acciones. Si es así, divide esa gran tarta difícil de digerir en una serie de pequeñas acciones más fáciles de alcanzar.
- Piensa qué necesitarías para que el hecho de realizar la tarea postergada no te supusiera ninguna resistencia, y busca una estrategia para poder cubrir esa necesidad (a lo mejor te toca aprender nuevos recursos personales).
- Imagínate realizando esa tarea en positivo, ¿cómo te sentirías?, ¿qué supondría para ti el haberlo realizado?
- ¡Pon fecha a tus tareas postergadas y comprométete a realizarlas!
No se trata de hacerlas todas a la vez, puedes concebir este proceso como un reto, y hacerlo de manera gradual pero constante, celebrando cada paso conseguido.