A menudo me pregunto cuál será el mecanismo social altamente instaurado mediante el cual una mujer de entre 40 y 60 años, que lleva medicándose para la ansiedad y quizás también para la depresión, más de una década, sólo asume que está llegando a la menopausia cuando aparecen los primeros sofocos. A veces es únicamente por ese motivo que decide acudir al especialista. Es como si el primer sofoco consciente, el consciente de verdad, aquel que te hace remarcar que el calor que has vivido hasta ahora no lo era y que es distinto, parecido a un terremoto, oyendo a la tierra rugir antes de temblar, fuera como un semáforo. O un gatillo.
¿Te lo imaginas?
- Sofocoooooo pi pi pi (sonido de semáforo para invidentes, a ritmo de taquicardia) ... Luz roja (pumpumpumpum corazón pumpumpum) … Sudores, ahogo, despertares…
- Hola ME-NO-PAU-SIA ¿ya estás aquí?
- Y me imagino a la otra diciéndole a la mujer en cuestión (ojo, que es cualquiera de nosotras):
- Llevo más de 10 años avisándote y tú sin darte cuenta… ¿Qué tal van tu estrés, tu ansiedad y tu depresión?
- Ahora me estoy tomando unas pastillas nuevas a ver qué tal
- Cuídame, por favor, he venido para quedarme.
- Su menopausia condescendiente, asentada, rogándole sosiego, descanso, alimentación y mimos…
Dicen que hay un mundo que vuelve, tal y como volvieron los delfines, los ciervos y otros animales salvajes durante la Pandemia mundial de la Covid-19. Personas en busca de buen aire, de verde, de agua salada y de cosechas propias, reconciliándose con la tierra, escuchándola, cultivándola y, permitiéndose que esta, la Madre Tierra, les conceda su gran poder de fertilidad y de regeneración.
De todo esto va el movimiento Slow Food, fundado en los años 1980 por Carlo Petrini y por un grupo de activistas con el objetivo inicial de defender las tradiciones regionales, la buena alimentación, el placer gastronómico, así como un ritmo de vida lento. Mi amiga Margalida Ripoll tuvo el honor de entrevistarle hace unos meses y no sabes cómo me hubiera gustado estar de oyente en esa “Slow charla-entrevista-café” que tanto se parece a lo que yo pienso sobre el cuerpo de la mujer, pues así como Carlo Petrini, sostiene que esta regeneración del planeta también es de pensamiento e insiste en que, para cambiar el mundo, es necesario hacerlo desde la felicidad y la alegría, yo me concentro en divulgar sobre la importancia de la actitud, el estilo de vida y la nutrición en las mujeres de más de 40 años, las que ya están iniciando su proceso de transición a la menopausia, las que ya están en ella y también las que ya la han transitado.
Y es que, aunque muchas no lo sepan, esto nos sucede a todas y la clave para que no nos pille a contrapié, radica en saber escuchar las propias señales de nuestro cuerpo, que incluye la mente. En la vorágine habitual de nuestras vidas, el hecho de escucharse a una misma no es tarea fácil y no por ello debemos descuidarla.
Estamos empezando a leer y a escuchar en medios, cada vez más sobre la menopausia. Aparecen actrices famosas o mujeres conocidas de otros ámbitos explicando cómo de bien se sienten con sus arrugas, con sus volúmenes y con su nuevo yo. No es obvio, es entre líneas, pero cada vez más se intuye la tan temida palabra: menopausia. Son pocas las que hablan de ansiedad o de depresión o de fatiga crónica, de hastío, de “un no sé qué, pero no me hallo” relacionado con los cambios hormonales. Y claro está, si no se lo han explicado nunca… Deberíamos decir todas al unísono ¡Lo queremos saber!
Es preciso que las mujeres sepamos que muchas de las dolencias físicas y psicológicas que nos acontecen se deben a cambios hormonales, que existen tratamientos y que hay soluciones para casi todas nosotras.
La mujer en ese semáforo o en un gatillo parecido, seguramente haya estado alternando o complementando medicina alopática con toda clase de plantas que pilla de consejos varios y cuya efectividad probada mediante estudios y ensayos clínicos para su problemática en cuestión es de dudosa existencia. Por no hablar de la posología, que en ambos casos (medicamento o complemento alimenticio de fitoterapia) parece ser una barra libre que varía según el día y el momento. A veces me imagino a cada una de estas mujeres contando sus pulsaciones a ritmo de taquicardia, como quien cuenta ovejas y a la 7ª ya se ha descontado…
En lugar de parar, de observar su camino hacia la menopausia como debe ser, a lo Petrini, con felicidad y alegría, escuchando lo que su cuerpo y su mente necesitan. Con ese punto de Madre Tierra que va con la madre que todas somos, aunque nunca hayamos parido, que es el definitivo para la supervivencia de cada una de nosotras las mujeres, cambiando y transformándonos fisiológicamente, pero también desde la sonrisa interna, la calma, el sosiego y, sobre todo, desde el corazón.
Sólo así recuperaremos el aliento creativo y captaremos las oportunidades que nos brinda la vida, como los delfines el mar y los ciervos el bosque.
Creo que mi próximo post irá dedicado a las soluciones, ya que no me cabe duda que para detener ciertos espirales a veces se necesita un cable a tierra.
Nos veremos muy pronto. Respira. Un abrazo.