Muchas personas viven constantemente anhelando aquello que no tienen, o esperando a que llegue “la siguiente etapa de su vida”. Pero cuando todo cambia, se dan de bruces con la realidad ya que las cosas no salen como imaginamos si nos pasamos la vida idealizando aquello que no tenemos.
En el caso de la pareja, en ocasiones pasa lo mismo. Algunas parejas cuando están disfrutando de las explosiones de la fase del enamoramiento quieren la estabilidad de vivir juntos, pero cuando llegan a esta fase no están conformes si no pasan a “ser padres”.
La vida en pareja está llena de diferentes etapas y también momentos de crisis, y por esto resulta necesario adaptarnos a los cambios de la vida sin dejar de caminar de la mano.
Una de las crisis que suelen tener las parejas en las fases más tardías es la denominada “crisis del nido vacío”, y está relacionada con las consecuencias que sufre la pareja cuando sus hijos se marchan a vivir fuera de casa. Ante esta situación se abre un nuevo periodo en el que disponemos de más tiempo y espacio para la pareja, pero no todas las relaciones están preparadas para esto.
¿Cómo puede afectar negativamente el hecho de que nuestros hijos se independicen?
Para contestar esta pregunta es necesario echar la vista atrás en el histórico de la relación. Si bien muchas personas viven la paternidad o maternidad sin olvidarse de la pareja, otras se colocan fuertemente la chaqueta de padres dejando en el armario las atenciones, detalles o complicidades con su pareja.
Si no somos conscientes que la pareja es una relación viva que hay que alimentar y nutrir en cualquier etapa, daremos prioridad de manera continua el resto de aspectos de nuestra vida, acallando y destruyendo todo lo construido en nuestra relación.
Este es uno de los motivos por los que muchas parejas se dan cuenta que desconocen al otro, están desconectados, o han perdido el interés por la relación, cuando de nuevo se quedan a solas porque sus hijos se marchan de casa.
¿Qué es lo que pasa entonces?
La crisis del nido vacío aparece en el momento que descubrimos que las cosas han cambiado, que nuestras prioridades ya no son las mismas, y que nosotros y nuestra pareja es diferente a lo que recordábamos antaño.
Pero no hay que ser dramáticos, ya que pese a que muchas parejas este momento es un punto crítico para la continuidad de su relación, otras viven esta nueva andadura como una oportunidad de reencuentro, descubrimiento y disfrute de la relación.
¿Qué podemos hacer para superar esta crisis?
“Es mejor prevenir que curar”.
Independientemente en la etapa en la que nos encontremos debemos dar muestras constantes de cariño, hacer planes sólo para la pareja (en el caso de los padres sin tiempo,tomar un café o mantener una charla agradable a solas puede ser más que suficiente), trabajar la complicidad, mantener una vida sexual satisfactoria, realizar pequeños detalles o sorpresas, hablar de los intereses individuales y compartidos (la vida no solo son obligaciones y preocupaciones…), etc.
“Ante la tormenta mantener la calma”
Si los hijos se han marcho de casa, es necesario en primer lugar aceptar esta nueva situación y ver las ventajas que hay en ella. Por ejemplo, tendremos más tiempo para retomar los intereses compartidos y las actividades que tanto nos gustaba realizar con nuestra pareja. Además es un buen momento para empezar a probar nuevas aficiones, viajar, etc.
“Cambiar la mirada hacia el otro”
Es muy positivo que empecemos a observarle desde la curiosidad y redescubrimiento. Posiblemente hayamos dejado de prestar atención a aquellas cosas que tanto nos encantaban y es hora de volver a darnos cuenta de todo lo que vale.