Sientes que todavía eres joven y con deseos de ser madre pero, a la vez, te sientes cansada e incapaz de identificar las dolencias que padeces, abrumada, triste y con ganas de meterte en una cueva, llorarlo todo y no salir hasta que alguien te diga que no. Que todo ha sido un error, que tus ovarios sí funcionan y que en realidad es una enfermedad autoinmune o una amenorrea pasajera fruto de tu restricción calórica y altos niveles de ejercicio físico. Lo has leído en algún post de Instagram. ¿Por qué no? Te dices… Es posible, es muy posible, que no sea menopausia precoz, que siempre te has cuidado, que no tiene ningún sentido y que tú, no te lo mereces. Y no lo quieres. De hecho, has pasado por muchos médicos, te has gastado una fortuna en terapias complementarias y suplementación, has dejado de comer gluten y azúcar, has emprendido irreversiblemente una vida libre de tóxicos por aquello de que la inflamación y las enfermedades autoinmunes que pueden estar relacionadas con la infertilidad, te quieres acercar a lo natural, minimizar los errores que hayas estado cometiendo respecto a tu salud… Porque te abruma la culpa. Te invaden un cúmulo de sentimientos y sensaciones, sigues en tu cueva y ahora, ya solo saldrías para acercarte a tu madre, que nunca te habló sobre cómo vivió ella su menopausia porque la suya era otra época y de eso no se hablaba, pero tú necesitas que recuerde lo que nadie le explicó, para aprender de tus raíces, para dejar que la genética se lleve la culpa, que no es tuya, que hay más cosas, que no todo está en tus manos.
No has cumplido ni los 40 y sí, tienes Insuficiencia Ovárica Primaria o menopausia precoz. Ya puedes poner nombre a tus sofocos, insomnio, dolor articular, cansancio, falta de concentración, sequedad vaginal, cistitis de repetición, estreñimiento y a los cambios de estado ánimo que llevas sintiendo desde hace algunos años. No te reconoces y, por ello, investigas, te quieres conocer ahora, ser capaz de proyectar cómo serás, ahora que empiezas a asumir que tu vida ya no será como la habías imaginado.
Descubres que no eres la única cuya actividad ovárica ha dejado de funcionar antes de lo que se considera fisiológicamente normal, que la menopausia precoz se da en un 1 por mil antes de los 30 años y, en un 1 por cien antes de los 40. Sin embargo, a veces tienes la regla, sueñas de nuevo con la maternidad y tu duelo se repite. Has oído que es posible quedarte embarazada y lo quieres luchar hasta el final, a pesar del desgaste físico y emocional. Te sientes emocionalmente más estable y emprendes el camino de la reproducción asistida. Pero finalmente lo dejas porque has asumido tanto tu nueva condición como mujer que no vas a permitir que nada ponga en riesgo la salud mental que tanto te ha costado lograr. Al fin y al cabo, ya sufriste un aborto antes del diagnóstico y no querrías volver a pasar por eso. Sabes que tu amiga, la que lleva 5 intentos, está cada vez más alejada de su pareja y tú te dices que esa parcela la vas a proteger, la vais a proteger, que afortunadamente el está contigo en todo esto, apoyándote.
Otras veces, sigues siendo capaz de percibir que estás ovulando cuando en realidad es tu hipotálamo (región del cerebro) tratando de enviar señales a tus ovarios para que estos sigan produciendo estrógenos, progesterona y andrógenos, palabras que hasta hace poco desconocías y que ahora ya sabes que son tus hormonas, las que hacen que se liberen óvulos y que, por ello, menstrúes. Ya no te perturba el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis, la tristeza arraigada y tus desarreglos tiroideos porque te has convertido en una persona empoderada de su salud y ahora sí te estás alimentando como debes, realizas ejercicios de fuerza y cardiovasculares, tomas cada día el sol, te has rodeado de gente que te hace bien, te ves una nueva mujer.
En tu profundo proceso de crecimiento personal, madurando a toda costa, logras poner el foco en lo fundamental. En cierto modo agradeces lo que has vivido y te cuestionas si jamás hubieras llegado a amarte tanto. La culpa ha transmutado paso a paso hacia el alivio y tomas las riendas de tu salud, ahora sí con conocimiento de causa, personalizándote y dirías que, incluso creciendo con visión de águila sabia, sobrevolando a Instagram, al recelo de tu entorno, a tu culpa y a los médicos que no supieron acompañarte y a aquellos que sí te dieron consejos que solo pasado un tiempo has sabido digerir e incorporar a tu vida.
Ahora, ni por asomo te regodeas en ese concepto tan perverso que asocia el fin de la etapa fértil con la feminidad y es cuando tu instinto de supervivencia desata tu mayor optimismo: ¡Te vas a comer el mundo, querida!