Siendo sincera os voy a revelar un secreto: no existe una varita mágica que cambie la estima que nos tenemos a nosotras mismas, con una simple sacudida, pero sí es cierto que existen una serie de hábitos o aspectos que se pueden trabajar para levantarnos cada día con un: me gusto y me acepto tal y como soy, ¡porque soy maravillosa!
Así que, si estáis listas dejad las quejas y las comparaciones y vamos a empezar a comprometernos para creer en nosotras, pensar que somos únicas, y querernos mucho.
Paso 1: Tener una definición adecuada de autoestima.
La autoestima es lo que pienso y siento sobre mi misma (en función de mi experiencia, de mis logros y mis errores, etc.) No es el resultado de compararme con el resto de amigas, familiares o compañeras de trabajo.
Compromiso: vamos empezar a olvidarnos de las comparaciones injustas que nos hacemos y valorarnos poniendo el foco en nosotras. Es decir, valorarnos según cómo hemos mejorado, cambiado o aprendido a lo largo de estos años.
Paso 2: Definir nuestro “yo real” de manera justa.
La distancia entre lo que somos (yo real) y lo que queremos ser (yo ideal) es lo que marcará nuestro nivel de autoestima. Así que es importante ser justas con nosotras mismas conociendo y reconociendo qué habilidades, recursos personales u otras características tenemos positivas en la actualidad.
Compromiso: tendremos definido nuestro “yo real” con adjetivos positivos y concretos que hagan referencia a pequeños aspectos físicos, aspectos relacionados con nuestras habilidades y aptitudes, aspectos sobre nuestra manera de ser con los demás, etc.
Paso 3: Crear nuestro “yo ideal” de manera realista
A la hora de definir nuestro “yo ideal” hay que recordar que ¡la perfección no existe!
Por tanto, si tendéis a un “yo perfecto” os estáis asegurando una meta inalcanzable e insatisfactoria para toda vuestra vida.
Compromiso: reflexionaremos sobre qué aspectos forman parte de ese yo ideal y los catalogaremos como “aspectos que ya tengo y me gustan”, “cosas que no me gustan pero puedo mejorar con pequeños cambios” y “aspectos que voy aceptar aunque ahora no me gusten”.
Nuestro día a día está lleno de personas que son ejemplos de una autoestima sana…¡y no son perfectos!, sólo han sabido valorarse de manera justa, aceptar sus virtudes y defectos y enfocarse en una mejora continua basada en pequeños cambios realistas y alcanzables.