Somos Bacterias.
Así comienzo muchas conferencias y ponencias médicas cuando hablo de microbiota vaginal. Podemos imaginar al cuerpo humano como un gran edificio vivo donde coexisten numerosos y curiosos vecinos. Las bacterias que viven con nosotros representan sólo el 1-3% de nuestro peso corporal, pero son en número 10 veces mayor a la de las células humanas; e implican 1000 genes más. Y normalmente no son dañinas, si no todo lo contrario, necesarias para mantener la salud de nuestro organismo.
Por ejemplo, producen algunas vitaminas de las que no disponemos genes para ello, degradan la comida para extraer los nutrientes que necesitamos para sobrevivir, enseñan a los sistemas inmunes a cómo reconocer invasores dañinos e incluso producen componentes antiinflamatorios útiles para luchar contra otros microbios patógenos. Numerosos estudios han corroborado los cambios en la composición de nuestra microbiota asociados a numerosos estados de enfermedad, surgiendo así la posibilidad de manipulación de estas poblaciones para tratar enfermedades.
Y la vagina tiene las suyas propias. De hecho la concentración bacteriana aquí es la segunda mayor del cuerpo humano por detrás del colon. Las bacterias de la flora vaginal fueron descubiertas por el ginecólogo Albert Doderlein, en 1892. Primariamente, esas bacterias son lactobacilos; (aquellos digestivos que empezó a ilustrarnos Susana Griso en televisión a finales de los 90).
La cantidad y tipo de bacterias presentes tienen implicaciones significativas para la salud global femenina. Esas bacterias y el ácido láctico que producen, en combinación con los fluidos secretados, otorgan el característico olor asociado con el área vaginal. Están presentes numerosas especies pero nombraremos con Colonizadores habituales a Lactobacilus Crispatus, Gasseri y Jenseni, otros vienen del colon transeúntes.
Todos ellos ‘pastorean’ el resto de microorganismos que se instalan en la vagina y defienden el medio vaginal, primera puerta de entrada para el rol biológico de reproducción. De tal modo que cuando el ph ácido de la vagina cambia por alteraciones hormonales, o la inflamación e hidratación decaen por la menstruación y el uso de tampones, hay enfermedades sistémicas o uso de antibióticos… la población de nuestros lactobacilus defensores disminuye y proliferan hongos, bacterias… que pueden causar daño y Vulvovaginitis infecciosas con picor, escozor, flujo atípico (leucorrea), dolor, mal olor…
La industria farmacéutica ha conseguido replicar lactobacilus en el laboratorio y nos los ofrece de forma vaginal u oral para ayudar en los tratamientos de esas vulvovaginitis a repoblar la flora vaginal y el equilibrio de salud.
Nuestros protocolos y guías clínicas de SEGO (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) ya los incluyen como parte del tratamiento integral de las vulvovaginitis entendiendo el concepto de: eliminar el patógeno invasor y aumentar las defensas naturales.
Estos Probióticos van a tener una importancia fundamental en la nueva medicina de los años venideros. Los veremos en la nutrición común en los supermercados, incluídos en los propios tratamientos antiinfecciosos…
Productos orales como Donnaplus Flora íntima®, que fácilmente administrables tienen una gran acogida entre mis pacientes con episodios desagradables de vulvovaginitis. Y es que una zona tan sensible e importante merece el mayor mimo y protección.