Una de las primeras ideas que siempre quiero transmitir a mis pacientes, sea cual sea la edad a la que acuden a mi consulta, es que deben hacerlo sin ningún temor. De hecho, es parte de nuestra responsabilidad como médicos dedicados a la salud y cuidado de la mujer, que esta se sienta cómoda, segura y sobretodo con la mayor de las confianzas con el especialista que la atienda. Para ello, la paciente siempre debe recibir el tiempo que merece (aunque en la sociedad actual todo sea tan rápido y de tanta inmediatez), así como un trato cordial, amable y sobretodo de respeto.
Para aquellas que vais a realizar vuestra primera visita al ginecólogo os recomiendo que no vayáis a la cita con ideas preconcebidas o pensando en lo que os va a preguntar el especialista o en lo va a pasar en la consulta, más bien al contrario, acudid pensando en todo aquello que deseáis preguntarle al profesional. Estamos allí para ayudaros, mimaros y cuidaros.
Habitualmente, la primera visita suele ir precedida de la aparición de la primera menstruación (menarquia), pero eso no siempre es así, de hecho, es cada vez más frecuente que algunas mujeres no acudan a la primera visita con su ginecólogo hasta una edad más tardía. Por el contrario, son muy pocas las ocasiones en las que chicas que todavía no han tenido la menstruación acudan al ginecólogo. En ese sentido debemos tener claro que no existe una edad predefinida para la aparición de la primera menstruación, y no existe motivo alguno para preocuparse si esta se presenta de forma más temprana o más tardía, ya que cada persona y por tanto cada cuerpo se desarrolla a un ritmo distinto. Como especialista recomiendo acudir al ginecólogo tras la primera regla e incluso antes o bien en los casos en que cumplidos los 15 años o más todavía no se tenga el período. Hay que tener en cuenta que es un momento importante en el desarrollo tanto físico como psicológico de la mujer y dónde empezar una relación médico – paciente puede ayudar a crear confianza para futuras ocasiones e incluso nos permite asesorar e informar a mujeres jóvenes sobre posibles dudas que tengan en el ámbito de las relaciones sexuales.
La primera visita suele ser una toma de contacto, una ocasión para empezar a establecer una relación médico – paciente y abrir la historia médica. Para ello solemos realizar preguntas relacionadas con la primera aparición del periodo, la duración de este, si se presenta dolor con la menstruación y en qué grado. También solemos preguntar si ya se han mantenido relaciones sexuales y en tal caso el tipo de protección utilizado. Suele ser un buen momento para resolver dudas en este sentido y para que preguntéis todo aquello que os inquiete. Pregunta, pregunta todo lo que quieras y pregunta sin miedo.
La evaluación física no siempre es oportuna en la primera visita. Aunque no es bueno generalizar, ya que en cada caso será el ginecólogo el que valorará la necesidad o no de realizarla. En este caso, para mi es sumamente importante que la paciente se encuentre cómoda y reconfortada en todo momento. ¿Qué solemos mirar en esta evaluación médica?
En primer lugar, nos centramos en datos más básicos como por ejemplo la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la saturación de oxígeno o la temperatura corporal.
Seguidamente, pasamos al examen de las mamas. Este examen consiste en la palpación sistemática de las mamas para detectar posibles bultos u otras patologías. En este punto solemos informar también de cómo la paciente puede realizarse un autoexamen de las mamas. En esto suelo hacer mucho énfasis, ya que la detección precoz de ciertas patologías puede ser muy importante, para lo cual, que la paciente sepa detectar algo que antes no estaba ahí puede ayudarla a que acuda antes a la consulta y así procurarse la opinión de un especialista.
A continuación, se procede al examen de los genitales externos, es decir, la vulva. En mi caso, considero imprescindible tener un trato amable y profesional con el paciente a lo largo de toda la visita, pero sobretodo en este punto, en el que la mujer queda más expuesta y como especialistas debemos empatizar e intentar facilitarle la situación a la paciente. Palabras amables y de confianza ayudarán a que transcurra de forma más amena. A nivel médico valoramos la existencia de heridas, cortes, verrugas genitales, hinchazón de los labios mayores o menores, erupciones o sarpullidos e incluso del crecimiento del vello púbico.
El siguiente paso es el examen interno, para el que solemos utilizar un espéculo que nos permite ver el canal vaginal. Obviamente, el espéculo debe estar correctamente lubricado. Es importante mencionar que esta parte de la visita no debe provocar dolor, si es así, no dudes en decírselo a tu ginecólogo. Este paso no siempre lo realizamos, ya que en caso de no haber tenido relaciones sexuales no será necesario (a menos que existe un sangrado anormal o molestias importantes en el canal vaginal). En este punto puede ser necesario o no la toma de una muestra de flujo vaginal para comprobar que no existan posibles infecciones. Periódicamente, también realizamos una citología para la prueba del Papanicolau o también conocido como cribado del cáncer de cérvix mediante una toma de muestras del cuello uterino. Esta prueba la realizamos a partir de los 25 años o más de forma anual aproximadamente.
Con esto termina la evaluación ginecológica y nuevamente es el momento de que aproveches para aclarar dudas o cuestiones que tengas. Por último, solemos sugerir una próxima cita. Es recomendable realizar una visita de revisión de forma anual, sobretodo en el caso de que se haya empezado a mantener relaciones sexuales. En ningún caso es recomendable que las revisiones ginecológicas se prolonguen en periodos de más de tres años. En cualquier caso, ante cualquier cambio o anomalía no dudéis en pedir cita para una consulta adicional sin necesidad de esperar a la cita de revisión ginecológica programada.