La energía que el cuerpo humano utiliza para vivir y realizar todas sus funciones se llama gasto energético. A este gasto de energía contribuyen tres componentes importantes: el metabolismo basal, la actividad física y la termogénesis o efecto térmico de los alimentos.
El metabolismo basal es la energía que el cuerpo gasta para mantener las funciones vitales en situación de reposo (para respirar, latir el corazón, que funcionen los riñones, cerebro, etc.). Constituye la mayor porción del gasto energético y es muy estable, varía poco. Aumenta en épocas de crecimiento como en la infancia y adolescencia, o durante el embarazo y la lactancia. En cambio disminuye con la edad.
También depende de la composición corporal ya que la masa muscular es metabólicamente más activa que la grasa. La mujer, con menor proporción de masa muscular y mayor de grasa, tiene un gasto basal menor que el hombre. Si quieres aumentar tu metabolismo basal realiza ejercicios para trabajar tu musculatura.
El gasto energético por actividad física sí que varia y mucho, desde una persona totalmente sedentaria a un atleta. Está claro que cuanto más te muevas más energía vas a gastar. Incorpora en tu día a día hábitos saludables como andar, subir y bajar escaleras, coger la bicicleta, para mantenerte activo, gastar calorías e impedir el sobrepeso.
Y finalmente el efecto térmico de los alimentos es la energía que se requiere para digerir, absorber y metabolizar los nutrientes, y también varía en función de nuestra alimentación. Para digerir las proteínas se gasta más energía que para los hidratos de carbono y las grasas. Por este motivo, una dieta rica en proteínas aumenta el gasto energético y ayuda a perder peso.
El gasto energético diario va a condicionar tus necesidades calóricas, de manera que la dieta debe aportar la energía necesaria para cubrir estos requerimientos. Si lo hace en exceso puede aparecer el sobrepeso, si está en defecto será al revés y se produce la pérdida de peso.