Los detalles: es ahí donde se detiene nuestra mirada cuando amamos. Esas pequeñeces emiten un mensaje conmovedor que expresan la hondura de los sentimientos y construyen la relación día a día.
Porque es en la sutileza casi invisible donde se alojan las intenciones, que son las mensajeras de lo auténtico. Justo ahí reconocemos si el otro nos ama de verdad y si también lo amamos nosotros. “No te levantes, ya voy yo”, “toma, te he guardado el mejor pastel”, “duerme tranquilo, que yo te despertaré”, “lo siento, ha sido sin querer”… son como esas piedrecitas dejadas en el camino que evitan que nos perdamos y que nos conducen, una y otra vez, hacia nuestro compañero.
Una sonrisa, una mirada cómplice, un leve roce, un cambio en la voz… delatan intenciones. Los detalles son el lenguaje de la intención, y de ellos, justamente, se nutre la pareja. La relación se forja en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, en ese hacer vida juntos y hacernos felices uno a otro. Así, no se trata de ofrecer grandes regalos, organizar cenas suntuosas, preparar viajes exóticos. Por suerte, el amor no es una cuestión de presupuesto; se trata, más bien, del deseo de permanecer unidos y que eso sea agradable para ambos. Algo que se expresa mediante las actitudes.
Porque los sentimientos no son el único cimiento de la relación: la pareja, para crecer, necesita toda una constelación de lazos y conexiones. Y es en este cultivo de lo aparentemente diminuto donde las relaciones de pareja se intensifican y se prolongan. Una trama de complicidad, ternura, respeto, placeres… ocupa el lugar que es su día invadía la pasión. Con el paso del tiempo, quizás no todo es tan arrebatadoramente intenso como al principio, pero sí es entrañable, divertido, emocionante, cálido. Cuando estar junto al otro es tan agradable, crece nuestro deseo de permanecer junto a él y de cuidar la relación e ir un poco más allá… mientras nos hacemos felices mutuamente.
Y lo pequeño también nos sirve para tantear si de verdad estamos en una relación de pareja, en caso de que tengamos dudas y no sepamos muy bien qué hacer. ¿Solo nos vemos para acostarnos?, ¿no sé muy bien qué siento hacia él?, ¿me quiere? La respuesta, esta vez, no está en la masa sino en la sazón: el punto de sal de la salsa, la frescura del orégano, la calidad del jamón, la suavidad del horneado… Para mirar el amor, hay que aguzar la vista. O sacar la lupa: las sensaciones que te provocan lo pequeño te darán la mejor pista si lo tuyo es, de verdad, una relación amorosa.