Los modelos sexuales que recibimos de los medios de comunicación, redes sociales, y de la pornografía, nos muestran unas relaciones siempre exitosas y placenteras. Pareciera que todo el mundo nace sabiendo.
La sexualidad es algo inherente al ser humano, a cualquier edad, pero necesitamos aprenderlo. Primero gracias al autoconocimiento, y después, en la interacción con otros.
La falta de educación en la materia, las connotaciones negativas relacionadas con el sexo en determinados grupos, hacen que muchas mujeres se sientan temerosas, o con gran desconocimiento, cuando se enfrentan a sus relaciones sexuales. También ocurre entre los varones, con la pornografía como modelo. Se produce un choque entre las expectativas y la realidad.
Cuando hay dolor en vez de placer. Definiciones
Hay varios términos para hablar de esto: uno es “dispareunia” que significa relaciones dolorosas, sean con penetración vaginal o no. Esta es posible, pero se asocia a dolor.
La “vulvodinia” se refiere al dolor, molestia, irritación, escozor en vulva, acompañado o no de síntomas en el introito vaginal. Puede deberse a infecciones, irritación, problemas dermatológicos, y empeorar con el roce, tanto en encuentros sexuales como no.
El “vaginismo” lo reservamos para cuando la penetración es imposible, debido a un espasmo de la musculatura vaginal, independiente del objeto que se quiera introducir en la vagina: dedos, tampones, copa menstrual o el pene.
En el libro de diagnósticos de psiquiatría, DSM-V, funden estos conceptos. El Trastorno de dolor genito-pélvico/penetración (302.76) Dificultades persistentes o recurrentes hacia la penetración vaginal, que se manifiestan por una o más de las siguientes:
- Miedo o ansiedad intensa, que anticipa el dolor, relacionada con la penetración vaginal.
- Dolor en pelvis o en el área vulvovaginal durante el intento de penetración o la penetración vaginal.
- Marcada tensión o contracción de los músculos del suelo pélvico durante el intento de penetración vaginal.
Estos criterios diagnósticos han de persistir por un mínimo de 6 meses, provocar un malestar significativo en la mujer y no explicarse mejor por otros motivos como:
- Un trastorno mental no sexológico (estrés postraumático, etc).
- Un problema de pareja o relacional (incluida la violencia de género).
- Otros factores estresantes que puedan alterar por ejemplo el deseo sexual.
- Otra circunstancia médica, sustancia o medicación.
Puede aparecer desde el inicio de la actividad sexual o ser algo circunstancial. Y su gravedad varía según el malestar que provoca en la persona.
No estás sola, frecuencia
Es difícil precisar la frecuencia de estos problemas en la población. Muchas veces quedan ocultos y no se consulta por ellos. Se estima que una de cada cuatro mujeres puede padecer dolor sexual en algún momento de su vida. Es más frecuente en la menopausia, por la falta de hormonas, y en el puerperio, tras el nacimiento de un hijo.
La incidencia de vaginismo se ha cifrado entre 5-17%, considerándose como una de las afecciones sexuales más prevalentes, y la mayor causa de matrimonios no consumados. La prevalencia de vulvodinia es de 7-8%.
No se relaciona con el nivel socioeconómico, ni de estudios.
Diagnóstico, la importancia del ginecólogo
La primera vez que vi en consulta a una chica con este problema estaba sola, nunca lo había visto durante mi residencia, pero aún peor: nadie me había hablado de ello.
Ahora, con más de 30 años de experiencia sigo viendo mujeres, jóvenes o no tanto, que siguen sufriéndolo en soledad o en la más estricta intimidad de su alcoba.
Es poco frecuente que una mujer consulte abiertamente por este problema. Nosotros debemos ser sensibles a ello. Si encontramos una mujer con dificultades para asumir la exploración, deberemos preguntar si esta dificultad se manifiesta también en sus relaciones. Sobran los comentarios de “quédate flojita”, cuanto notas una clara resistencia. Es como decirle a alguien con depresión que no esté triste. Ya le gustaría.
Lo primero es localizar, gracias a la entrevista y exploración, la zona del dolor. También comprobar si se evoca con alguna maniobra concreta. Habrá que explicarle a la mujer que esta información va a ser muy útil para resolver el problema.
Después descartar si existe alguna causa física que favorezca el dolor: infecciones, adelgazamiento mucoso, contracturas.
Os aseguro que sentirse entendida y encontrar un lugar seguro donde poder compartir su problema es la primera fase de la solución.
Terapia sexológica
Una vez tratadas las causas físicas, pueden ser necesarias terapias sexológicas.
Estas están dirigidas a mejorar el autoconocimiento y las respuestas corporales ante los estímulos sexuales.
Los ginecólogos aportaremos datos de la exploración para que el sexólogo conozca la situación física de la mujer. En algunas ocasiones, en casos de vaginismo severo, acompañan a la mujer a las siguientes revisiones ginecológicas.
La terapia se puede realizar tanto si tienes pareja o si no la tienes en ese momento, si la hubiera, es mejor que participe del proceso.
Muchas veces son parejas que consiguen mucho más que resolver el problema. Aumentan su conocimiento en las relaciones sexuales y disponen de un catálogo de herramientas para una relación mucho más satisfactoria, dentro y fuera de la cama.
Tras muchos años de ejercicio profesional, he acompañado a muchas mujeres en la resolución de vaginismos, algunos muy severos. La solución está en cada una de ellas, pero es fundamental la asesoría profesional adecuada para conseguirlo. No se debe seguir sufriendo en silencio.