Algunas personas notan en un momento determinado de su vida que la leche y algunos alimentos ricos en ella les empiezan a sentar mal. Esta situación es más frecuente en aquellos individuos que habitualmente toman pocos alimentos lácteos y un día aumentan el consumo de estos productos y tienen una digestión más pesada, con gases, puede que con distención abdominal e incluso diarrea. Y todo ello a pesar que de pequeños tomaban esos grandes tazones de leche con cereales o ColaCao...
¿Qué les está pasando?, ¿Por qué de pronto les cuesta digerir la leche?
La razón probablemente sea que empiezan a tener una cierta intolerancia a la lactosa, el azúcar mayoritario de la leche y los lácteos. Pueden consumir una cierta cantidad, pero si la aumentan ya no son capaces de digerir toda la lactosa y la sobrante llegará al intestino grueso sin modificar, donde producirá todos estos síntomas.
Hay personas más sensibles, que notan estos efectos casi inmediatamente y con poca cantidad de lactosa y otras donde la sensibilidad es menor y es más difícil comprobar su relación causa-efecto.
La razón fundamentalmente es que necesitamos el enzima lactasa para “digerir” la lactosa. Conforme los niveles de lactasa van disminuyendo se tienen más dificultades para cumplir con la función correspondiente y se empezaran a producir los primeros síntomas.
¿Por qué disminuyen los niveles de lactosa?
Varias son las razones, algunas son debidas a enfermedades que afectan a la mucosa intestinal y a las células que producen la lactosa. Ciertos tratamientos médicos pueden también influir (algunos antibióticos) en dicha mucosa. Igualmente lo hacen algunas operaciones quirúrgicas del intestino delgado
Pero por encima de ellos hay una razón que determina el mayor o menos porcentaje de esta intolerancia y nos referimos a las distintas poblaciones y razas. Mientras en algunas de ellas sobre todo en el norte y centro de Europa, la falta de lactasa afecta a un número muy reducido de personas, en otras poblaciones su afectación es superior al 80 %, como es el caso de Asia y el sur de África.
No existe curación y su tratamiento es fundamentalmente una dieta sin lactosa o con aquellos alimentos lácteos más fáciles de digerir como el yogur o ciertos quesos. En la actualidad, también se encuentran disponibles productos lácteos sin lactosa, entre ellos la leche sin lactosa, que además puede ser la base para preparar muchas recetas caseras: helados, postres…
Sobre todo hay que intentar que la intolerancia a la lactosa no comporte la eliminación total de los lácteos en la alimentación. La falta de leche en la dieta puede producir carencia sobre todo de calcio y Vitamina D, por tanto es necesario sustituirla o bien por estos productos sin lactosa o baja cantidad de ella, o por otros productos ricos en estos nutrientes. Algunas alternativas son pescados como las sardinas, salmón, boquerones pequeños tomados con las espinas, gambas, frutos secos, col, espinacas… y la exposición al sol que es una buena fuente de obtención de vitamina D.