El sésamo, también conocido como ajonjolí por la influencia árabe, es un fruto seco que se obtiene de la planta Sesamum indicum, originaria de los países asiáticos. Sus semillas, pequeñas y planas, pueden ser de color marrón claro o negro según la variedad. Son ricas en aceite y tienen un sabor parecido a la nuez que se potencia al tostarlas.
Las semillas de sésamo son muy buena fuente de calcio, es el fruto seco que más calcio contiene y en diferencia. Su valor calórico es alto debido al aporte de aceite, pero es grasa de tipo monoinsaturado y poliinsaturada, sin nada de colesterol, y además aporta vitamina E, un gran antioxidante.
Es frecuente encontrar las semillas de sésamo en panes integrales y de mezcla de cereales, aunque se pueden agregar también a ensaladas, verduras, platos de arroz o pasta e incluso al pescado.
Para aprovechar bien todos sus nutrientes se recomienda comer el sésamo triturado, ya que si se comen las semillas enteras se eliminan tal cual. Para triturarlo se puede usar un molinillo de café u otro tipo de robot de cocina y es conveniente primero tostar ligeramente las semillas. Los japoneses utilizan un mortero de cerámica estriado, de manera que no se trituran a golpes sino al rozar entre las estrías.
Del sésamo se obtiene aceite, tahina (“mantequilla”) y gomasio (sal de sésamo).
La tahina es la mantequilla del sésamo, una pasta oleosa hecha con las semillas. Es muy nutritivo y se usa para preparar hummus o para untar en el pan.
El gomasio o sal de sésamo se obtiene al moler finamente las semillas de sésamo tostadas y agregarles sal marina, en la proporción de 5 partes de sésamo por 1 de sal. Es un condimento delicioso que se usa en Japón como alternativa a la sal, y cada vez es más conocido en nuestra cocina ya que es una buena manera de reducir el consumo de sal en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.