El deseo erótico es como una estrella en una constelación: forma parte de un conjunto armonioso en el que otros elementos entran en juego. Por eso, para estimular el deseo no basta con estar juntos en una cama sino que hace falta alimentar otros deseos que no siempre parecen tener relación con el sexo. A menudo nos olvidamos de ellos, y dejamos lo de “encender la chispa” para el último momento. Y claro, no funciona. Estas son las cosas que nos quitan las ganas de hacer el amor.
- El exceso de intimidad. Es cierto que la intimidad refuerza el vínculo afectivo, pero también lo es que puede resultar muy poco erótica. Conocernos mucho nos tranquiliza, cierto, y eso otorga profundidad a la relación. Pero “sabernos de memoria” hace que el otro deje de resultarnos sorprendente o misterioso. Hace que sea predecible y… aburrido. Para desear es necesario mantener cierta perspectiva, tener un camino que recorrer, sentir que algo nos falta. Demasiada intimidad nos enfría eróticamente casi tanto como la ausencia de ella.
El antídoto: No pretendas saber todo de tu pareja ni que esta sepa todo de ti. No hagas todos tus planes con ella, ni todas tus salidas, ni todos los viajes. Cultiva tu mundo personal al margen del otro.
- La falta de equilibrio entre dar y recibir. Sentir que en la pareja casi siempre damos demasiado a cambio de poco no solo genera resentimiento sino que, además, hace que la relación adquiera un carácter muy parecido al que se establece entre padres e hijos. Y eso no resulta erótico. Por otro lado, la sensación de recibir más de lo que damos nos empequeñece y no permite que mantengamos con nuestra pareja una relación de adultos, una relación entre iguales. Esto hace que se esfumen los deseos.
El antídoto: Pide. Con asertividad y respeto, pero pide. Y da. Si ves que recibes mucho, agradécelo y busca la manera de dar tú también o de poner límites amablemente. Se trata de mantener un equilibrio agradable para ambos.
- La ausencia de ternura. Esta no es ñoñería sino conceder valor a lo pequeño, que es lo que forja día a día la relación. Cuando la pasión se va, queda la ternura… que puede darnos enormes dosis de placer íntimo. Merece la pena cultivarla porque es lo que nos hace sentirnos mutuamente conectados, además de mantener una buena “temperatura” en la relación y proporcionar continuidad en los sentimientos. Los hombres suelen estar menos familiarizados con esta ternura erótica, y a menudo no saben administrarla: sienten que se aniñan. Merece la pena acompañarlos en su aprendizaje.
El antídoto: Pon el foco en las pequeñas cosas que os acercan. No escatiméis expresiones de cariño y de admiración, abrazos, besos… Cruzad miradas, tocaos cuando habléis, sonreíos a menudos, haceros reír. A base de pequeñeces, al final habréis tejido infinidad de complicidades que os mantendrán “a tono”.
- La estabilidad permanente. Es cierto que necesitamos que nuestras relaciones, en general, sean estables y que nos resulte fácil mantenerlas sin demasiado esfuerzo. Pero cuando se trata de la pareja, hace falta algo más: un poco de riesgo, incluir la aventura. Lo inesperado enciende una chispa emocionante en el rutinario mundo de la vida en pareja. Y es que las rutinas son necesarias, pero también peligrosas. Como siempre, se trata de llegar al equilibrio entre los dos contrarios.
El antídoto: Vivir experiencias nuevas que nos alejan del mullido confort de la vida doméstica: viajar o hacer excursiones, aprender algo juntos, probar nuevas diversiones, hacer nuevas amistades, dar sorpresas al otro, regalar porque sí, organizar cenas especiales… Las novedades disparan en nuestro sistema nervioso la dopamina, un neurotransmisor natural relacionado con el placer. Y disfrutar juntos despierta los deseos.
- Las obligaciones en la cama. La pareja es un espacio de libertad y expansión, sobre todo en la intimidad del dormitorio. Poder ser auténticos y dejarnos llevar en brazos del otro es un maravilloso regalo de la vida en pareja. Sin embargo, a menudo nos acercamos a los encuentros amorosos cargados de obligaciones: creemos que hay que hacer y sentir una serie de cosas, nos sentimos bajo la presión de “cumplir”, y en el camino nos olvidamos de nuestros verdaderos deseos. Si a estos, a los deseos que tejen nuestro estilo amoroso, no los alimentamos ¿cómo vamos a disfrutar?
El antídoto: No os impongáis nada en la cama, no os planteéis ningún objetivo ni deis por hecho qué le gusta a tu pareja o qué te gusta a ti. Olvidad los guiones ya escritos y los estereotipos. Mejor, acudid a vuestro encuentro como si fuera una primera vez y permaneced abiertos a lo que surja. Se trata de descubrir qué os apetece de verdad en cada momento.
En resumen: como sucede con todos los proyectos importantes, hace falta dedicar tiempo a la pareja y convertir la vida de a dos en algo agradable, emocionante y cálido. No se trata de apretar un botón y que el deseo surja, sino de día a día cuidar el tesoro que es haber encontrado a alguien a quien amamos.