En cuestiones de sexo, la mayoría de nosotros queremos ser normales. Y si no somos normales, por lo menos que sea porque en determinadas cuestiones estamos por encima de la media. Así, consultamos las estadísticas y los informes que indican cuántas veces hacemos el amor los españoles, cuánto dura de media un coito o cuál es la postura que encabeza el ranking de las más practicadas. Y, tras leer toda esa información (nada científica, habitualmente) vemos si nos ajustamos a esos patrones para ver si no somos demasiado “raros”.
Sin embargo, en las cuestiones de los placeres lo normal no existe. ¿Acaso podemos decir que hay una manera “normal” de disfrutar de una puesta de sol, dormir una siesta o degustar una manzana? Si tuviéramos que seguir unas pautas para gozar de ello, lo más probable es que el asunto dejara de ser placentero para convertirse en una especie de examen (¿lo estaré haciendo bien?).
Por otro lado, el sexo no son solo conductas o prácticas sino actitudes, emociones, detalles, perspectivas, singularidades, anhelos… Y eso es imposible de medir. Las estadísticas solo miden lo que la gente dice que hace (ni siquiera lo que la gente hace de verdad) y dejan fuera todo eso que no se ve porque es subjetivo pero que posee un enorme valor.
Si con tu pareja buscas el placer sin medida… olvídate de las medidas. No pretendas adaptarte a ningún estilo amoroso que no se ajuste a tu manera de ser. No busques seguir una estadística. ¿Que hacéis el amor menos de lo que se supone que lo hace una pareja que se gusta? Es que hacer el amor son muchas cosas, no solo irse a la cama. ¿Que no sois muy partidarios de innovar entre las sábanas? Tal vez es porque no os hace falta: ya le habéis cogido el tranquillo a la manera de daros cariño. ¿Vuestros encuentros parecen “demasiado cortos” o “excesivamente largos”? ¿A veces os basta con los “preámbulos”? ¿No siempre necesitáis el orgasmo? ¿Durante las vacaciones no hacéis más el amor, que es lo que se supone que tenéis que hacer? ¿Tenéis un día fijo para iros a la cama? No hay nada malo en todo ello, nada equivocado. La cuestión es si a vosotros os produce satisfacción. Con eso es suficiente. Y si poneros limitaciones (no hacemos esto ni lo otro) os hace sentir bien, adelante con ellas: posiblemente os dé seguridad, que es lo que necesitáis para dejaros llevar.
Los sexólogos Master y Johnson aseguraban en su libro El vínculo del placer que “el sexo funciona naturalmente cuando es algo que se vive y no que se hace”. También afirman que “los principios generalizados no sirven como guías del comportamiento sexual humano; lo que puede ser válido para una persona puede no serlo para otra”. Y el placer no juega en la liga de las obligaciones sino de los deseos. Y los deseos no se deciden: no puedes evitar que te guste lo que te gusta y que no te guste lo que no te gusta. Ni tú ni nadie. Por eso, no permitas que los demás (por muy cualificados que parezcan) opinen sobre tu vida íntima. Por la sencilla razón de que es eso: íntima.