El amor avanza a base de deseos (pasar juntos el mayor tiempo posible, convivir, tener hijos, hacer feliz al otro, ser feliz uno mismo, compartir placeres…). Tener deseos nos une. Y nos une también satisfacerlos. Pero nos une más aún satisfacerlos gracias a quien amamos, algo que actúa como una especie de premio y que pone en marcha de nuevo ese circuito de deseos. Porque los premios acrecientan los deseos.
Hacer juntos cosas como cocinar, ir al cine, decorar la casa, salir a montar en bicicleta, comprar delicatessen, asistir a un concierto, organizar una fiesta… presenta numerosas oportunidades de administrar esos premios cómplices de los deseos. Para empezar, expresa las ganas de estar con el otro en las trivialidades de la vida cotidiana y no solo en las grandes ocasiones. Eso ya es un maravilloso estímulo mutuo que desencadena otros anhelos nuevos. Pero, además, realizar cosas juntos es la mejor vía para demostrarle al otro que somos capaces de hacerle feliz en lo pequeño. El corazón traduce esta habilidad como “ternura y cuidado”, dos valores esenciales para la vinculación afectiva.
Pero hay más: compartir sencillos proyectos es el mejor lenguaje del compromiso. Es un “estoy aquí junto a ti y aquí seguiré”, una promesa que estimula la confianza mutua. Además, participar en tareas corrientes con el otro crea el hábito de estar con él y envía un mensaje subyacente: “Me salgo de mí durante un rato para dedicarte mi tiempo. Y lo hago porque estar contigo me gusta”. Este es un hábito amoroso que no desemboca en la rutina sino que nos conduce a uno de los bienes más preciados de la pareja: la intimidad.
Todo lo que contribuye a aumentar y mejorar la convivencia mejora también la relación. La clave está en no pretender que el otro haga precisamente lo que yo quiero sino en disfrutar de estar con él, de hacerle partícipe de mis inquietudes y resolver en su compañía los pequeños desajustes que implica relacionarse. Nuestro día a día está plagado de esas pequeñeces en las que tenemos que llegar a un acuerdo; forman parte de la vida en pareja. Cuanto más nos entrenemos en esta destreza, mejor la llevaremos a cabo.
Los “no tengo tiempo para eso” deberían ser una excepción en la vida de a dos. Porque todos necesitamos sentirnos escogidos cada día por la persona con la que compartimos nuestro proyecto de vida. Cuando tu pareja y tú hacéis cosas simples y los dos disfrutáis de ello, estáis alargando la vida y la intensidad de vuestra relación.